viernes, 1 de noviembre de 2013

El adulto mayor frente a la muerte


Por: Psic. Sofía González 

A lo largo de la vida se nos presentan ciertos desafíos en los cuales existe o existió un conflicto que debemos superar. Estos desafíos siempre formarán parte de nuestro desarrollo.


Heráclito decía: “Morir de vida, vivir de muerte. Nuestras moléculas se degradan y mueren, y son reemplazadas por otras. Vivimos utilizando el proceso de nuestra descomposición para rejuvenecernos, hasta el momento en que ya no podemos más.”  


Desde el punto de vista biológico nuestras células se encuentran envejeciendo desde el mismo momento en que son producidas, por esta razón durante muchos años los científicos han tratado de explicar los secretos del envejecimiento. 


En el plano psicológico, se trata de un duelo donde el verse al espejo y descubrirse viejo puede desencadenar una crisis, la cual conduce, por medio del duelo, a la aceptación del hecho.  


El sujeto que ya ha entrado a la vejez no sólo se enfrenta a un duelo por su imagen corporal, sino que ha asistido y asiste a numerosas pérdidas como, por ejemplo la de sus padres; por lo tanto su lugar como hijo, el rol de trabajador, pérdida de la pareja o de algunos de sus amigos, es entonces cuando comienza a tomar forma el miedo a su propia muerte.


Este miedo apabullante no se puede generalizar a todos los que cruzan por esta etapa, aunque existe un temor generalizado al hablar de la muerte, sabemos que hay personas que pueden vivir con mayor plenitud en la etapa de la vejez, entonces ¿de qué depende? 


Muchos psicólogos concuerdan en que la actitud frente a la muerte está relacionada con el descubrimiento del significado y propósitos de la vida. Erickson nos explica la importancia de la integridad de nuestro ser en esta última etapa. Esto quiere decir,  ser capaces de mirar atrás, de aceptar las decisiones tomadas, hayan sido buenas o malas; el poder repasar y aceptar la vida tal cual la vivió uno. De esta manera, en esta consolidación final, la muerte pierde carácter atormentador. 


De lo contrario, la falta o la pérdida de esta integración se expresa en el temor a la muerte, acompañado de la desesperación, en el sentimiento de que ahora el tiempo que queda es corto, tan corto que ya es imposible intentar el probar caminos alternativos hacia la integridad. 


El psicoanalista Erik Erikson explica lo anterior  en las ocho edades del hombre que van desde el primer logro social del niño que es permitir que la madre se aleje de su lado, hasta la última etapa, que es la edad adulta avanzada, en la cual aquel que ha pasado por triunfos y desilusiones inherentes al ser, quien ha sido generador de otros seres humanos y dado vida a otras ideas, gradualmente va integrando y madurando las etapas de su ciclo. Sin embargo, no es posible repasar esta última etapa sin tocar el tema del miedo a la muerte.


Como dice la frase, “de lo único que todos los seres humanos estamos seguros es de la muerte”. Aquella idea de la muerte que tal vez comenzó como un ruido de fondo mientras vamos madurando, en la etapa de la vejez, al enfrentar la declinación física, este ruido de fondo puede convertirse en un miedo apabullante.


Tal vez para muchas personas el iniciar un proceso psicoanalítico en esta etapa resulte  una idea disparatada pues muchos dirán: “¿para qué si ya estoy más para allá que para acá?”


Lo cierto es que nunca es tarde para buscar y construir nuestro bienestar físico y en este caso en particular, nuestra integridad. El poder apoyarse en una terapia con orientación psicoanalítica es una oportunidad de reacomodar, tomar consciencia y saldar cuentas del pasado. Es atreverse a mirar dentro de sí y de preguntarse ¿cómo fue que hice esto sin querer o sin darme cuenta?, ¿qué puedo hacer para remediarlo? Es tomar el pasado en nuestro beneficio para iniciar el reaprendizaje para buscar alternativas de vida y posibilidades de cambio; es desear seguir viviendo.

Y sí, todos sabemos que algún día moriremos. Pero mientras estamos aquí podemos dejar pasivamente que la vida se nos escape o podemos activamente escoger y crear la clase de vida que queremos, pues nuestro tiempo es invaluable, precisamente porque es limitado.